Comentario
Los experimentos lumínicos que en tantos lienzos realizó Tintoretto y en alguna ocasión ocuparon los nocturnos de Tiziano, fueron preparando la preocupación barroca por el volumen y el claroscuro que acabará afirmándose con el realismo tenebrista de Caravaggio. Esa fue parte importante del quehacer, menos grandioso y más pastoral y campesino, de Jacopo da Ponte, conocido como Jacopo Bassano por la localidad de ese nombre en el Véneto, al pie de los Alpes Dolomitas, donde nació en 1517 y allí murió también en la última década del XVI.
El estilo de Bassano en su andadura inicial, aunque no acometió grandes decoraciones murales y evitó los temas alegóricos y mitológicos, se decantó hacia un manierismo que, tras su aprendizaje con Bonifacio Veronese, se nutrió de préstamos de Pordenone y de Lotto. Prefirió los temas familiares y devotos por una inclinación al detalle y a lo menudo, como a veces hallamos en Veronés, pero el alargamiento de las figuras llega en ocasiones a patrones cercanos a Parmigianino, como en la Degollación del Bautista (Museo de Copenhague) o la Epifanía del Museo de Viena, y ese es un influjo que Dominico Theotocopuli, el Greco, y uno de nuestros más grandes pintores, recogerá en sus días venecianos.
Desde Bassano, donde residió casi siempre, atendió Bassano a sus numerosos clientes venecianos y también de toda Europa, donde eran estimados sus lienzos para decorar corredores y estancias por adecuarse los temas bíblicos o cristianos del argumento a mostrar temas animalísticos o aparadores de loza. Pasan de un centenar los cuadros existentes en España y muchos más le adjudican los inventarios. Entre ellos el Prado contiene tres de los más abundantes en repertorio animalístico, como la Creación de los animales y las aves, la Reconvención a Adán y la Entrada de los animales en el arca de Noé, que lo posibilitaban, lo mismo que otros motivos de la iconografía cristiana como la Adoración de los pastores o de los Reyes, daban pretexto para introducir perros, ovejas, caballos o camellos. También le daba pretexto la Expulsión de los mercaderes del Templo, tema también interpretado por El Greco, y el Prado posee un par de versiones. No abundan sus retratos, pero el Prado muestra su Autorretrato de busto, con gorro negro y cuello blanco.
La noche navideña le daba ocasión para tratar la Adoración de los pastores (Prado) como escena de nocturno, iluminado a la luz de candiles o carbones encendidos, que provocaban sobre los rostros resplandores de aparecidos brotando de los fondos negrísimos, o, a veces, como también hará El Greco, convirtiendo al Niño Jesús en foco de resplandor.
Sus hijos Francisco (nacido en Bassano en 1549, muerto en 1592) y Leandro Bassano (1577-1622) continuaron su huella, cubriendo los deseos de amplia clientela con escenas de género útiles para introducir bodegones en aparadores de loza y vajilla de metal, y motivos animalísticos, como El rico avariento y el pobre Lázaro, en el Prado. El más joven de los Bassanos también pintó retratos y se atrevió a más complejas composiciones, como el Embarco del Dux en la riva dei Schiavoni de Venecia, ante embarcaciones y séquito, con la silueta de San Giorgio Maggiore en el horizonte, lienzo que guarda asimismo el Museo del Prado.